El primero el del PP, y qué pronto empiezan, al negar los derechos a un grupo político, Amaiur, a tener grupo propio en el Congreso, porque no les gustan. Bueno, les han votado muchos miles de vascos. Estos demócratas de pacotilla deberían, en vez de intentar ponerle puertas al campo, pensar por qué esa fuerza política es una de las que mayor respaldo tiene entre la ciudadanía vasca. Mucho más que el PP. A partir de ahí, o más que nada por ello, a respetar los derechos de la gente.
El segundo: Cayo Lara relega a Llamazares a un papel de comparsa en el grupo parlamentario de IU. A lo mejor no sabe que para mucha gente de izquierdas, durante las largas travesías del desierto, en este país él ha sido la auténtica, y muchas veces única, voz de la izquierda. A lo mejor no sabe, Cayo, que la gente de izquierdas es muy exigente con su voto. Y que como lo dan, lo quitan. A lo mejor convendría que se aplicara el cuento. Y que echara la cuenta. mal empezamos, Cayo.
El último, un mal ejemplo que nos imaginábamos. Rajoy se fija en las políticas absolutamente despreciables con los derechos y libertades de la gente de CiU en Catalunya para trazar el rumbo que quiere seguir. Mira que nos lo figurábamos. Pues nada, se trata de aprovechar los problemas para desarrollar su irrespetuoso ideario y avanzar hacia ese injusto mundo que anhelan en el que unos (ellos) siempre pisan a los otros. Ante eso hay que ponerse el traje de andar de mani (ese que guardamos cuando murió Franco y que nos han hecho desempolvar algunas veces -Felipe con la OTAN, Aznar con Irak y el Prestige, ZP con sus indignos recortes- y volver a cantarles los versos olvidados pero más vigentes que nunca de ese genio de la poesía que se llamó Gabriel Celaya:
"A la calle que ya es hora
de pasearnos a cuerpo
y mostrar que, pues vivimos,
anunciamos algo nuevo"
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