(Fotografía de Uri Vagham, La Habana, 2003)

jueves, 8 de enero de 2015

El anuncio de la normalización de las relaciones Cuba-EEUU: una verdad y cienmil mentiras



Fotografía de Alejandro Ernesto (Efe), en el diario El Pais

El reciente cambio de actitud de los EEUU en su relación con Cuba anunciado recientemente por Obama merece alguna reflexión que sumo a las miles de ellas que se han formulado en las últimas semanas.

Empezaré diciendo que este cambio, que se acompaña del reconocimiento por parte del presidente norteamericano del enorme fracaso de la política de bloqueo hacia Cuba desarrollada por su país en los últimos 50 años, merece ante todo ser saludado como corresponde. Esa aceptación  pública, explícita y directa, de que el bloqueo y la política de aislamiento de Cuba con todas sus deleznables estratagemas, no han conseguido su único propósito que no era  otro, como el mismo presidente dijo, que el de “llevar a Cuba al colapso”,  fue un gesto de sinceridad que ante todo buscaba convencer a los más indecisos de entre sus conciudadanos de la necesidad de iniciar un nuevo tiempo en las relaciones con la Isla. Implícito queda en ese señalamiento de la propia impotencia la evidencia de la enorme dignidad del pueblo cubano a la hora de subsistir a la barbarie de la guerra política y económica desplegada por la mayor potencia del mundo. El reconocimiento de tan terrible, criminal y prolongado error tiene que ver también con uno de sus principales efectos secundarios: la gran transformación que, alrededor de las isla, se está impulsando en forma de una gran alianza de pueblos, la Patria Grande, que exige al gigante del norte lo que nunca demostró, que no es otra cosa que respeto a la independencia de los pueblos y a su derecho de autodeterminación. Por todo ello Obama confiesa  en su histórica declaración que una de las circunstancias que le han llevado a replantearse tan equivocadas políticas es el enorme aislamiento en que han dejado a EEUU en el continente americano. A esto se le llama “el tiro por la culata”.

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Por una cosa y por otra, la falta de resultados esperados y los pésimos efectos secundarios, Cuba gana y EEUU pierde. Bien, ¿y ahora qué? Desde el punto de vista de la justicia y las relaciones internacionales ¿nadie tendrá que pagar por el enorme daño que se ha hecho en estos diez lustros al pueblo cubano, a sus derechos y a su desarrollo? ¿Y es posible que ninguna voz sensata haya emergido hasta ahora con esta reclamación?

Porque, visitando ahora las propias obsesiones personales, lo cierto es que resultaba algo más que patética la situación de EEUU y de su mejor y más lamentable gobierno aliado, tracatán, jalalevas y  correveydile por excelencia en la región, que es el de España. El enorme resurgir de la CELAC como gran foro político regional, el creciente papel de otros organismos regionales e internacionales que no hacen más que censurar y denunciar la política norteamericana respecto a Cuba, como el ALBA, MERCOSUR, el foro de los BRICS, junto a la pérdida de poder del mal vecino del norte en aquéllos que hasta ahora había controlado, como la OEA, eran ya insoportables para Washington. El apoyo incondicional de todos los países de la región a Cuba y a Venezuela ante el acoso intolerable de EEUU y la decisión unánime de la mayoría de ellos de que este año no acudirían a la Cumbre de las Américas si los EEUU se atrevía a vetar nuevamente la presencia de Cuba han puesto la guinda al pastelón penoso de la mantenida torpeza insostenible. Por el camino, aunque en sus últimos tramos, quedan imágenes en las que Occidente queda pésimamente retratado, como la de la  la soledad de EEUU y España en la reunión de la OEA en que se condenó a toda Europa por su lamentable papel en el atentado diplomático a Evo Morales, la de la reiterada condena de la práctica totalidad del mundo en la ONU a EEUU por el bloqueo y la del enorme fracaso de la última cumbre iberoamericana en que una gran parte de los gobiernos invitados castigaron con su ausencia el deplorable papel de España en el continente americano:  el de su su política agresiva hacia los gobiernos de progreso como evidencia  de su entreguismo a los planteamientos del imperio (1).

Cuba debe estar atenta al nuevo escenario, pues en ningún momento se ha manifestado por parte de la superpotencia que haya desistido de su auténtico objetivo, la destrucción del sistema socialista y de todos sus logros sociales, sino sólo de su fallida estrategia de estos años. De hecho el aludido Obama declaró poco después del solemne anuncio, que EEUU no ha renunciado al intento de provocar los cambios que ansía en Cuba, incluso que sería más fácil conseguirlos con otras políticas. Más claro, el agua. Y me resulta verosímil que sea más sencilla de alcanzar la destrucción del sistema cubano desde las relaciones normalizadas y lo que podríamos llamar la “penetración permanente” que desde el fiasco del enfrentamiento, pues la isla antillana ha aprendido bien durante todos estos años de bloqueo infame cómo resistir la confrontación directa, incluso cómo devolver cada golpe a su enemigo, a veces hasta incrementando el castigo infligido por este. La solicitud hecha a principios de Enero por el inexplicable Premio Nobel de la Paz, Obama, a su colega el Presidente Peña Nieto en el sentido de que México ayude a USA a conseguir  la “democratización de Cuba”, sería una tomadura de pelo y un insulto a la inteligencia si, llanamente, no fuera una buena broma. Háganse cargo del drama que plantea el gringo: el responsable del centro internacional de torturas de Guantánamo y de la policía racista de Ferguson y de Nueva York solicitando al presidente de un país carcomido por los asesinatos policiales, las desapariciones en masa, la corrupción, el fraude electoral instituido y el nepotismo político, colaboración para llevar la democracia a ningún sitio. A esto podemos llamarlo “desparpajo total”.

Las buenas intenciones también hay que demostrarlas. No ha sido así todavía. El mantenimiento persistente de la guerra total se ha manifestado con clara rotundidad pero con nuevas tácticas en los últimos meses en la política de EEUU respecto a Cuba. Por lo tanto, ningún buen augurio sobre ese supuesto cambio en las relaciones. Mientras el inquilino de la Casa Blanca y sus asesores estudiaban la normalización de las relaciones, en los últimos meses, se han seguido produciendo ataques inaceptables en las relaciones internacionales a la soberanía cubana e intentos de injerencia y de subversión tan significados como la fracasada “red zunzuneo”,  el envío a la isla de falsos cooperantes sanitarios latinos que sólo buscaban, en realidad, crear una red de disidentes juveniles, el más reciente de infiltración en algunos grupos reguetoneros para que estimularan o generaran protestas con la letra de sus canciones o, la más patética, la payasada de falsa performance en la Plaza de la Revolución con nutrida presencia de la prensa internacional, “que se quedó en eso”, para que la gente tuviera un micrófono abierto donde manifestar su malestar con el sistema cubano. Si estos defensores de la falsa democracia lo hicieran en mi país no habría micrófonos suficientes ni periodistas bastantes en el mundo entero para recoger los millones de motivos por lo que la gente abomina del sistema en que nos mantienen aquí. Que vengan y pregunten, y luego,  si tienen arrestos, que le cuenten al mundo en qué régimen la gente se siente peor. A eso se le llamaría “tener lo que hay que tener”.

En la euforia de los primeros días tras el anuncio se deslizaban, cómo no, la ignorancia total sobre la realidad cubana, la arrogancia y la tergiversación que cubre como un velo toda la información que las empresas de comunicación españolas emiten sobre aquél país: mientras ilustraban las primeras páginas de sus periódicos con fotografías  de cubanos mostrando  su inmensa alegría por el regreso de los cinco héroes antiterroristas, los titulares se encargaban de señalar que esa celebración desbordada lo era por el restablecimiento de relaciones con Washington. A eso estamos acostumbrados. Se llama “la voz de sus amos”. 



Cubanos celebrando, como se observa con claridad en las fotografías, "la normalización de las relaciones con EEUU"

Pero aún más hilarante resultaba el intento de manipulación de la historia a base de falsificar el lenguaje. Según lo que nos han contado con profusión estos timadores de la historia, el acuerdo se inauguró con el intercambio (sic)  de “tres espías cubanos por un empresario –o también un contratista- norteamericano”. Lanzan el mensaje de la injusticia implícita de que Cuba haya mantenido encarcelado por 5 años a un honrado empresario que, sin duda, “pasaba por allí” frente a lo razonable de mantener entre rejas a 3 temibles agentes comunistas cubanos. Pero la realidad es  muy otra. Es precisamente la que nunca van a contar los medios españoles: los cinco cubanos eran agentes antiterroristas infiltrados en las organizaciones de la caverna anticastrista de Miami donde se planificaban actuaciones terroristas dentro de Cuba, mientras que Gross era un agente pagado con fondos de la USAID (¿puede haber algo más repugnante que utilizar los fondos de cooperación al desarrollo para agredir e intentar subvertir el orden en otro país?) que tenía como misión instalar una red de comunicaciones clandestina dentro de Cuba al servicio de la CIA. Esa es la realidad del honrado empresario y los feroces agentes de Castro. La verdad prevalece y desmiente siempre a los falsificadores. Y, como dijo Chaves, los pueblos acaban conociendo siempre la verdad. Así, los medios de la falsificación aún no han dado una sola explicación razonable a cosas como estas que desmienten cada coma que escriben: la señora Gross lleva años reclamando a Obama el intercambio de prisioneros que finalmente se ha producido (¿por qué lo iba a hacer si su marido no fuera un espía?), declarando cosas tales como “mi marido ya ha pagado con creces el servicio a su país” (¿servicio?,¿ qué servicio a la patria debe pagar un honrado contratista?). A los medios farsantes les ha desmentido el propio Sr. Gross que declaró nada más llegar a su país que esperaba que los pueblos no sufrieran jamás los efectos de políticas indeseables. ¿De verdad alguien puede creer que esas sean las primeras declaraciones de un admirable “empresario” o “contratista”  injustamente detenido en otro país durante años en lugar de reclamar su inocencia, denunciar la injusticia de su castigo y declarar a voz en grito: “Pero caballeros… si yo estaba de vacaciones en Varadero…. ¿Qué tengo yo que ver con todo eso?”? A esto podemos llamarlo "medios con el culo al aire".

Acabo con esta puntualización a propósito de algo que, me da, excede la torpeza habitual de la prensa española para incurrir con claridad en el sesgo, que no es otra cosa que el error sistemático y, en este caso, perfectamente planificado: por mucho que nos digan, el bloqueo no ha terminado. Lo que se ha planteado es algo mucho más primario que tiene más que ver con la simple civilización y las buenas costumbres, pero la vergüenza de unas políticas criminales, condenadas por el mundo entero, las del bloqueo, esas permanecen y solo se ha dibujado sobre ellas algunas tímidas notas de buenos propósitos.  En realidad hasta que no termine, nada sustancial habrá ocurrido entre Cuba y los EEUU. Como ha dicho un buen y admirado amigo, pocos pueblos se merecen mejorar en sus condiciones de vida que el final del criminal bloqueo significaría, tanto como el pueblo cubano.

Que así sea.


(1) A las balbucientes quejas del peor ministro de Asuntos Exteriores que ha tenido España, García Margallo, por las destacadas ausencias a “su cumbre” habría que responderle con una pregunta evidente: ¿y a quién le gusta acudir a la invitación de quien le insulta, le agrede o le falta al respeto como ha hecho este ministro con muchos gobiernos de la región? ¿No se acuerda ya Margallo de las falsas amenazas de embargo de un material antidisturbios que España NUNCA ha vendido a Venezuela, que hizo en los peores momentos del asedio golpista contra el gobierno legítimo de Maduro? ¿No se acuerda de la penosa posición común que ha defendido e impuesto su partido en Europa, que no es otra cosa que un paso de tuerca más del fracasado bloqueo? ¿No se acuerda del embajador Carnero intentando inspeccionar en Viena el avión del Presidente de Bolivia? ¿Se ha olvidado Margallo de sus ataques a Cuba o a Venezuela enarbolando el falso argumento de los Derechos Humanos y cómo los obvia cuando habla con México (Ayotzinapa y miles de desaparecidos a manos de la narco-policía), con Colombia (cientos de asesinatos extrajudiciales todos los años cometidos por la policía y los grupos paramilitares amparados desde el poder) o con Honduras (cientos de opositores, obreros, campesinos, sindicalistas  y periodistas críticos asesinados cruelmente con la connivencia y el apoyo del gobierno emanado del golpe a Zelaya)? ¿Acaso cree el lamentable ministro que el falso doble rasero sea un ardid diplomático que alguien le vaya a tolerar en la actualidad en aquél continente? 

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