Cuando lo común es lo extraordinario.
Cuba es una excepción. Y está bien que así sea porque le grita al imperio que otro mundo es posible. Que se puede vivir, crecer, asegurar todos los derechos de la gente y desarrollarse sin ser un apéndice supeditado a otros, ni trabajar para el inglés. Tan asumido lo tienen ellos y el mundo que cuando pasan las mismas cosas que en los otros paises no faltan farsantes que se apresuran a certificar su defunción o a señalar que Cuba es una “dictadura”, con argumentos que si los usaran en sus propios paises harían estallar en carcajadas a cualquiera. Algunos ejemplos: cuando el 11 de julio de 2021 se sucedieron en ciertas ciudades de Cuba algunas manifestaciones de protesta instigadas desde el exterior con la entusiasta colaboración de la enorme maquinaria manipuladora de medios y redes sociales internacionales interesadas, declaraciones tan significativas como las del presidente de EEUU, patrocinador y financiador principal de ellas, hicieron sonrojar a muchos, dando paso a comentarios jocosos muy celebrados. Destáquese el de la portavoz de asuntos exteriores de Rusia, no el ministro, la portavoz, quien al escuchar que Biden anunciaba que las relaciones de su país con Cuba iban a cambiar desde ese día (¿a peor todavía?) y constatar que en esa misma jornada en Francia se habían desarrollado decenas de manifestaciones antigubernamentales de protesta en las que participaron miles de personas, no tuvo más remedio que advertir al mandatario yankee que, en su misma lógica, desde ese mismo día debía cambiar también las relaciones con el país europeo. No es usual que una portavoz cualquiera se mofe en público de todo un presidente de los EEUU, pero es que la estupidez no admite recato, ni moderación y, como dicen en mi pueblo, el vetusto dirigente “se lo puso a huevo”.
En Francia, como en cualquier país occidental de esos que se creen con el derecho de dar lecciones de democracia a Cuba, se desarrollan casi diariamente grandes y, a veces, muy violentas manifestaciones contra su gobierno y todo se asume desde la normalidad. En Cuba no suele haber manifestaciones de protesta y de ahí la excepción. Lo anormal es que las haya, así que, en aplicación de la teoría de la excepcionalidad punitiva, cuando ocurre lo mismo que en todos los sitios, nos anuncian la hecatombe, declaran que la gente no puede vivir más en ese régimen (obsérvese que los farsantes utilizan este término para denominar al sistema que no les gusta, cuando se refieren a regímenes de verdad, aunque amigos de ellos -Arabia Saudita, Marruecos, etc-, suprimen esa denominación) y deciden que hay que invadirla para implantar “una democracia”, entre comillas, de esas en que la explotación de la gente y la conculcación de sus derechos fundamentales le obliga a salir todos los días a las calles pidiendo cambios y exigiendo justicia. Los tergiversadores de la historia de todo pelaje no dudarán en señalar que lo que en todos sitios es muestra de salud democrática, en Cuba es una clara señal de “descomposición”.
Grandes protestas en Francia, contra la dictadura y exigiendo Liberté |
Floyd es asesinado por la policía en EEUU, donde no existe represión policial, al parecer |
El presidente del (mal) vecino del norte, en un alarde de senectud mal asesorada, declaró ese mismo día que Cuba, por lo sucedido, era un Estado fallido. Convendrán conmigo en que hay que tener mucho desparpajo para identificar esa desastrosa condición en otros cuando eres el mandatario de un país en el que la mitad de la población piensa que quien ganó las elecciones fue otro, en donde una turba a las órdenes de aquel individuo asaltó recientemente el Congreso con el ánimo de ajustar cuentas con los senadores del partido contrario y se halla sumido en un sinfín, este sí, de manifestaciones callejeras contra la impunidad con que la policía asesina a la población negra. Fallido dijo y se quedó tan ancho sin comprender que, para muchos de los que le escuchaban, ese adjetivo era más adecuado para calificar su estado mental o la situación de los paises que abandonan tras invadirlos (de Afganistán en agosto de 2021 y lo que significa hablaremos otro día). Fallidos son, sin duda, sus intentos por acabar con Cuba o con Venezuela, tras tantas maniobras arteras impulsadas por ellos desde hace años, sin conseguir doblegar ni un tantito así la voluntad férrea de sus pueblos…
Los que defendemos todo lo alcanzado por la Revolución debemos evitar caer en las trampas de la excepcionalidad punitiva que nos ponen cada día. Un buen amigo cubano nos informaba que, contra lo que escribía el corresponsal del diario El País, Mauricio Vicent, en los días sucesivos al de las protestas, en las calles de La Habana apenas se percibía presencia policial. Lo confirmaba de primera mano y con las noticias que le llegaban de otros amigos repartidos por toda la ciudad y, al leerlo, me pregunté: y si la hubiera ¿qué? ¿No la habría en cualquier ciudad de España, de EEUU, de Francia o de Colombia ante una situación similar? Por supuesto que sí y en grandes cantidades. Luego entonces ¿por qué tenemos que cuestionarle ese derecho a Cuba, que tiene la obligación de preservar el orden y los beneficios que ha conseguido para todos? Y lo que es más increíble: ¿por qué nos tenemos que esforzar en demostrar que allí no pasa lo mismo que en nuestras espléndidas democracias y que asumimos como “normal”?
Alina López, historiadora cubana que recientemente participó en un debate emitido por youtube junto a otras personas defensoras de la Revolución, justificaba por “la represión policial” el extraño hecho de que las protestas en Cuba solo hubieran durado un día. Me costó creerlo y pensé que con un fallecido en el asalto a una comisaría y unas decenas de detenidos con su correspondiente asistencia legal, la represión cubana es una broma si la comparáramos con los más de 70 muertos y centenares de desaparecidos (la mayoría posiblemente asesinados también) registrados en las recientes protestas de Colombia , un país en que las manifestaciones se sucedían un día tras otro durante varias semanas a pesar de la brutal, esa sí, represión policial. Cuando la indignación y los motivos de la gente son fundados y la necesidad de manifestarlos, espontánea, no hay represión que la deje en casa, por lo que como argumento parece flojo. Mientras, por supuesto, asistimos con perplejidad a las condenas del gobierno colombiano por la situación cubana (¡ja!), solicitando de sus autoridades “que permitan la libertad de expresión” de la gente (textual) (¡je!). En fin, que al leerlo no tuve más remedio que contener la respiración por si en ese alarde de desfachatez desbordante se hubieran atrevido a añadir la coletilla de “como se garantiza en Colombia”, (¡ji!) que eso sí sería el colmo del desparpajo (¡jo! y ¡ju!).
España y la UE también le piden a Cuba que permita la libertad de expresión de los que piensan diferente, mientras el primero mantiene encarcelado al rapero Hassel por cantar la corrupción de la monarquía española, escándalo sobre el que se publican decenas de noticias diariamente sin que nadie se atreva a desmentirlas.
En EEUU y en los demás paises que practican la hipocresía máxima respecto a Cuba, el colaborar con una potencia extranjera para subvertir el orden o intentar acabar con el sistema político que se han dado está penado con cadena perpetua e, incluso, con la pena de muerte, pero, eso sí, a Cuba, por lo mismo, no se le consiente detener a los mercenarios o a los agentes colaboradores, ni identificarlos, vaya, pero, en fin, el capítulo del “doble rasero” o del cinismo supremo debemos dejarlo aquí ya que, como ven, da para mucho y como la casuística es infinita si no lo hiciéramos no quedaría espacio para nada más.
El parto de los montes.
Esto es, que tras 60 años de brutal bloqueo a Cuba y de cientos de millones invertidos en provocar inestabilidad, comprar subversión, garantizar disidencia, contratar actos terroristas y pagar a unos centenares de mercenarios ladrones, lo máximo que le pueden mostrar al mundo esa esa ridícula fotografía. Los montes parieron un ratón, como en el Ars Poética de Horacio (128): “Parturient montes, nascetur ridiculus mus”. Si analizan, la relación costo/beneficio es tan desastrosa como la que pueden exhibir los gobernantes gringos a su salida de Afganistán, donde dilapidaron más de 2 mil millones de $ en la guerra o, lo que es lo mismo, 300 millones al día durante 20 años, para salir ahora, el rabo entre las piernas, dejando una situación peor de la que había cuando invadieron el país y con el riesgo de terrorismo internacional notoriamente incrementado gracias a las toneladas de armamento tan estúpidamente regalado a los talibán. Concédanle a este humilde servidor el derecho a declarar lo que antecede pues no en vano (¿o sí?) asistió en primera persona, hace 20 años y en la misma frontera de aquél atormentado país con Pakistán, concretamente en la ciudad de Peshawar, a la inútil invasión.
Observas la grotesca foto del chusco senador y te convences de que su pretendido éxito sería hacernos creer que en Cuba pasan las mismas cosas que en EEUU, pero él sabe muy bien que no es verdad. Ni se parece, afortunadamente para Cuba. Ridículo es poco, tan solo comparable con lo que sentimos al escuchar aquélla entrevista de un periodista de un medio público español cuando, hace años, preguntó a la disidente cubana Yoani Sánchez si en su país podía hacer las 3 comidas diarias, cuestión que el infame plumilla jamás se hubiera atrevido a plantear a un somalí, por ejemplo, ni a ningún miembro de las miles de familias que, en España, en este momento, malviven de la ayuda alimentaria caritativa. La excepcionalidad punitiva de nuevo en su versión “la paja en el ojo ajeno”.
Si en EEUU existiera un mínimo de conciencia de lo que es y para lo que debe servir el dinero público, todos los que contribuyeron a la guerra de Afganistán o al asedio a Cuba, estarían ante los tribunales por malversadores e ineptos, además de por criminales. Pero tranquilos, que estas no dejan de ser más que elucubraciones ingenuas, pues como muy bien dijo Assange, otro perseguido inmisericordemente por decir las verdades de aquél nefasto sistema, nada se perdió para el imperio ni para sus objetivos: el dinero pasó hábilmente de los bolsillos de los ciudadanos a los de los amigos de quienes gobiernan (fabricantes de armas, grupos extremistas, terroristas, mercenarios, medios de comunicación títeres, etc). Ellos nunca pierden. Solo la gente.
La reflexión debe llevarnos a plantear también que si la actividad manipuladora y parcial de los medios se usa para atentar contra los derechos y libertades de los cubanos es obligación del Estado regularlos o, si fuera preciso, suspenderlos. Es evidente que si lo mismo ocurriera en los paises de las falsas democracias que dan lecciones a Cuba, no dudarían en hacerlo con el beneplácito y hasta el aplauso de los más fervientes defensores del derecho de prensa, esos mismos que se rasgan las vestiduras cuando Cuba hace valer sus derechos.
El mundo de las fake-imágenes, créanlo, es apasionante y su uso indiscriminado en esta batalla de la guerra contra Cuba así lo demuestra. Son tantas las evidencias de su utilización que no voy a detenerme en ello, pero quiero aportar mi punto de vista al debate: poca gente debió participar en las protestas cuando los contrarrevolucionarios han tenido que usar imágenes de revueltas masivas sucedidas en otros paises o, para más inri, en Cuba pero a favor de la Revolución, para engañar a los incautos. Muchas de ellas, eso sí, fueron tomadas en paises democráticos o en vías de serlo al más auténtico gusto del imperio: en Egipto, en España, en Colombia….. Y, además, poca brutalidad policial tuvo que darse en la isla cuando las imágenes de esa violencia que nos sirven estos manipuladores son de Colombia, Cataluña, Francia, etc… Desde luego, si no las tienen, no será porque no hayan estado miles de cámaras preparadas para inmortalizar cualquier desmán o exceso que pudiera hacer sucedido, pero por desgracia para ellos, nada recogieron porque nada hubo, así que, ya saben, a tirar de hemeroteca cambiando el nombre del lugar donde las imágenes fueron tomadas….
El impresentable papelazo del mundo libre
Mientras todo esto sucede, el concierto de las naciones no acaba de empezar la sinfonía. Ni siquiera desafina. Simplemente no se atreven a sacar los instrumentos de la funda, no sea que el director la tome con ellos. Vergonzoso. En pleno siglo XXI, en el que la mayoría de los paises del mundo se alistan para alcanzar cotas no conocidas de bienestar y progreso para todos, nadie es capaz de irrumpir en este escenario de matonismo universal que protagoniza EEUU contra un pequeño país insumiso, y decir “¡basta!”, enfrentar al gánster y plantear un cambio en las relaciones propias y del resto de los paises con Cuba, como las que mantienen con los demás paises, incluso con paises socialistas como Vietnam. Nadie lo hace ni plantea una solución consensuada en Naciones Unidas, por encima de la declaración anual de condena que se ha convertido, durante 29 años, en un mero gesto de la comunidad internacional contra la genocida política de EEUU sin ninguna traducción práctica, para acabar con ella, ni siquiera al margen de los dictados del más fuerte. La ley de la selva todavía, capaz de tirar por tierra 76 años de multilateralismo desde que se fundó la ONU.
No se trata de ayuda humanitaria, tan manida como carente de su esencia original, bello consenso internacional prostituido hasta el hartazgo para justificar todo lo que expresamente se prohíbe en sus instrucciones de uso, y que algunos paises que no se agachan ante Washington ya han comenzado a enviar (China, Rusia, Venezuela, Bolivia, Nicaragua, México, etc), se trata de mantener relaciones normales entre paises, con sus acuerdos, sus intercambios comerciales y económicos, su concesiones de créditos y sus plazos de pagos, su cooperación al desarrollo y en fin, todo lo que es normal en las relaciones bilaterales, libres y no condicionadas por terceros. Cada cual fija sus intereses sin que nadie le amenace, ni sancione por mantenerlos. Algo propio del mundo de lo bilateral entre los países, de lo que ha quedado excluida Cuba por imposición de uno solo. Dan vergüenza los paises y sus dirigentes, muy especialmente los de la UE a cuyos miembros las decisiones norteamericanas perjudican especialmente al aplicarse de forma extraterritorial. Lo nunca visto para bochorno del mundo y, especialmente, de los ciudadanos europeos.
Pero no menos lamentable resulta la actitud del tercer sector internacional y los organismos multilaterales, muy especialmente lo que hacen o, mejor dicho, lo que no hacen las ONG’s y las agencias de cooperación. Se dan las condiciones para poner en marcha ayuda de emergencia al sistema sanitario cubano (insumos, medicación, material sanitario, etc) y para la ayuda alimentaria a la población, que sufre las penurias provocadas básicamente por la guerra declarada por el gobierno de EEUU. Se trataría, claro, de ayuda humanitaria de verdad, de la que no se ofrece para humillar a las víctimas, ni como caballo de Troya para provocar cambios políticos, es decir, algo que sin duda no interesa al gobierno de EEUU ni al coro de anexionistas que desprecian la patria y la vida de los cubanos. Hablamos de la que se da para salvar vidas, curar la enfermedad, aliviar el dolor y acompañar, sin pretensiones de devolución ni de recibir contrapartida alguna. De momento las iniciativas son inexistentes o muy escasas, desde luego muy por debajo de lo deseable, apenas las lanzadas modestamente por ECHO de la UE e implementadas en el terreno por Oxfam o Unicef. A pocos se les puede escapar que el miedo a molestar o a interferir en los planes del agresor está detrás de esta abrumadora parálisis del movimiento humanitario internacional, poniendo en entredicho, de nuevo, la premisa de la independencia, si es que alguna vez trabajaron de verdad respetándola.
A modo de final.
Tiempos difíciles en que la ley del más fuerte es la única que rige las relaciones mundiales y todos asumen que el matón estrangule a su víctima mientras le recrimina que no respire cuando le ve sacar la lengua. Hay quienes colaboran con ese crimen, interesados y algunos malos hijos, y hay quienes se dejan arrastrar por ellos sin calibrar las consecuencias que sus pretensiones tendrían para la patria y para los cubanos. Pero la mayoría, en Cuba y en el exterior, permanecen fieles a los principios sin renunciar a ningún sueño ni a ningún derecho.
El mundo debe moverse y pararle los pies al agresor. El mundo debe garantizar que los EEUU y sus corifeos dejen vivir a Cuba.
Let Cuba live.
Es un clamor.
M. Díaz
El día en que algunos celebran a Osún y otros al Bautista, que tanto da, el que no tiene de congo tiene de carabalí, de 2021