(Fotografía de Uri Vagham, La Habana, 2003)

sábado, 5 de julio de 2025

La criminalización de la cooperación médica internacional de Cuba: nuevo objetivo del imperialismo contra la Revolución

 

Fuente: Cubaminrex

Ahora que la iniquidad en su máxima expresión quiere ensañarse con uno de los ejemplos más admirables de solidaridad de la Revolución Cubana con los pueblos del mundo y en especial con los más vulnerables, la cooperación médica internacional, ahora que los que promueven el criminal bloqueo han pensado que enfangar con mentiras esa admirable labor sea el mejor camino para desterrar de las mentes la elocuencia incontestable de un proyecto orientado a proveer de sus derechos a quienes más necesidades tienen, no puedo evitar que vengan a mi memoria algunos pasajes de mi vida como cooperante.

Aun sabiendo que esta acometida indigna no es nueva y que el gobierno yankee y sus tracatanes llevan años intentando destruir esa obra magnífica con todo tipo de falsedades y artimañas, como por ejemplo con la presión y el chantaje a los profesionales cubanos para que deserten de las misiones sanitarias en las que intervienen, sí lo es el actual formato de perseguir y amenazar a los países receptores de la ayuda y a sus funcionarios, es decir, la extensión de la perversa e ilegal extraterritorialidad del bloqueo comercial y financiero a esta actividad de la cooperación, triste innovación que resulta especialmente repulsiva. La excusa oficial es lo de menos pues podrían implantar estas medidas sin justificar nada, pero se ríen de todos denunciando que las actividades que los cooperantes cubanos desarrollan por el mundo son una suerte de “trabajo esclavo” al que les somete su gobierno. No creo que merezca a pena ni siquiera comentarlo, pero os gobiernos contemporáneos de EEUU no se distinguen precisamente por sus preocupaciones por los derechos de trabajador alguno, ni en el mundo ni en su propio país.   

Conmueve, eso sí, que los trabajadores de la salud cubanos sean objeto del interés y los desvelos de las autoridades norteamericanas por sus condiciones laborales, ¡cuánto honor!, seguro que ni ellos mismos se lo creen dada la circunstancia de que es la primera vez que esto sucede. Y todo ello sin perder de vista la similitud que esta obsesión de los políticos anti-cubanos y sus terminales mediáticas tiene con la de otros que se echaron a las calles dentro de la isla el 11 de julio de 2021 para, entre otras hazañas rácanamente remuneradas, apedrear centros sociales, servicios de urgencias pediátricos y residencias de mayores y de discapacitados, amenazando a pacientes, familiares y beneficiarios. No es casualidad: nada hace más daño a los embates de esa purrela que la gran obra de la Revolución puesta en pie y alcanzando a quienes más la necesitan, bien sea, por ejemplo, en forma de equipo médico operando en un hospital de la selva amazónica o de trabajador social evaluando las necesidades de las familias en un barrio periférico de Ciego de Ávila.

Es mucho esfuerzo y dinero de los contribuyentes de EEUU despilfarrado inútilmente en intentar destruir con invenciones, manipulación y sabotajes los logros de esa labor colosal para que la realidad de la misma, a los ojos de todos y todas, les ponga en evidencia un día sí y el otro también, durante más de 60 años. Lo individual, el egoísmo y el dinero frente al beneficio de todos y la solidaridad o, dicho de otra forma, el envío de soldados para sus guerras de saqueo colonial contra el de una tropa de trabajadores de la salud para salvar vidas, aliviar el dolor y mejorar la salud de quienes la han perdido o están en trance de hacerlo. No hay color ni comparación, ellos lo saben y por eso buscan su descrédito y su destrucción: mientras esta inmensa labor de Cuba siga en pie y a los ojos de todos y todas las posibilidades de acabar con ella son mínimas. Por eso tienen que intentar criminalizarla.



A propósito de la cooperación y los cooperantes

He trabajado como voluntario en ONG’s médicas europeas durante muchos años de mi ya dilatada carrera profesional, en distintos proyectos de cooperación y acción humanitaria. Co-operar es, etimológicamente, “operar con otro” y en su esencia esas intervenciones estructurales son algo completamente distinto de la ayuda de emergencia, en especial si esta se plantea como “humanitaria”.

Tan solo las intervenciones humanitarias, por su propia naturaleza, no admiten condicionalidad, devolución, ni retribución; se dan por humanidad y solo por eso, y se ajustan estrictamente a unos principios establecidos en el derecho internacional (neutralidad, universalidad, imparcialidad e independencia). Pero la cooperación estructural, es decir, la cooperación propiamente dicha, se basa en acuerdos donde cada parte colabora con algo: unos, con el trabajo (ONG’s) y otros, donantes o contrapartes, con una compensación a los primeros, que puede ir desde la provisión de fondos con que sufragar sus gastos hasta la implementación de políticas bilaterales concretas. El trabajo de los profesionales que participan se valora teóricamente muchas veces “a precio de mercado” a la hora de elaborar los presupuestos y pasa a formar parte del monto que recibe la ONG que firma el convenio y realiza las tareas. Pero estas organizaciones tienen sus propias necesidades de gestión, infraestructuras que no paga nadie y problemas de financiación de proyectos que no encuentran donante, por lo que la propia entidad no gubernamental puede y debe utilizar ciertas cantidades de los proyectos financiados para asegurar su propia supervivencia y la viabilidad de otras intervenciones, lo que hace si los fondos recibidos “no son finalistas” y, como entidades sin ánimo de lucro, sin sobrepasar determinada proporción. Por eso es cooperación y no negocio. Esto siempre ha sido así, tanto en la Cooperación Norte-Sur, como en la Sur-Sur, que es la que practica Cuba allá donde sitúa sus misiones médicas, además de brindar ingente y altruista ayuda humanitaria (Pakistán, Haití, Sierra Leona, Guinea-Conakry, Liberia, y un etcétera de una lista interminable), cuyo mérito y excelentes resultados son bien conocidos.

En el caso de las ONG’s internacionales, los cooperantes son voluntarios, es decir, aportan no solo su trabajo, sino que aceptan también una percepción muy por debajo de su salario profesional normal o, incluso, simbólica, asumiendo estas condiciones y participando libremente en los proyectos tras aceptarlas. Se trata de voluntariado y no de trabajo remunerado y nunca se ha oído, en los más de 35 años que conozco, trabajo, estudio y enseño cooperación al desarrollo, que EEUU ni país alguno haya planteado la más mínima objeción a que así sea. Los voluntarios no asumen directamente el trabajo concertado, sino que lo hace la organización a la que pertenecen, la que ha firmado el convenio de colaboración y sus términos, que son libremente aceptados por las partes y por los voluntarios.

Los países que necesitan cooperación internacional no contratan profesionales individualmente para atender sus necesidades. Esa fórmula puede servir para asegurar la participación de un especialista concreto que realice una evaluación puntual o una asesoría técnica específica, pero no vale para desarrollar la Atención Primaria de Salud de una población, para asegurar el funcionamiento de un hospital, para poner en marcha un programa de vigilancia epidemiológica, ni para realizar una intervención de emergencia tras un desastre natural, la guerra o un brote de violencia. Sería imposible para cualquier país o comunidad en desarrollo pagar a precio de mercado el personal necesario para llevar a cabo esos programas, por lo que las comunidades necesitadas y los países afectados alcanzan acuerdos de colaboración con entidades oficiales u organizaciones de otros países para obtener ese servicio (cooperación) a costes soportables por los primeros. Y quien esto suscribe, en todos sus años de cooperante en muchos países del mundo, jamás pensó que era víctima de alguna forma de esclavitud por hacerlo, ni que realizaba “trabajo forzado”, pues deliberada y voluntariamente lo aceptó en el marco de un acuerdo entre una organización a la que pertenecía y un donante o una entidad beneficiaria, asumiendo todas las cláusulas del mismo. Ni me puedo imaginar la cara de mis compañeros, primero, y las carcajadas, después, si alguien hubiera insinuado entonces o ahora que éramos víctimas de explotación laboral. La ignorancia, el atrevimiento o la mala intención siempre fueron, además de necias o por eso mismo, muy atrevidas.


Y en eso, llegó Fidel

Y, entonces, ¿por qué ahora esto debiera ser diferente para Cuba y sus profesionales? Me imagino la respuesta, que no será muy diferente de la que han dado al Secretario de Estado de EEUU, Marco Rubio, los gobiernos de muchos de los países en los que colaboran los equipos médicos cubanos, desde México a Brasil, desde Jamaica a Honduras, desde Italia a Gambia. En la actualidad 56 países reciben esta ayuda y más de 24.000 colaboradores cubanos repartidos en ellos la llevan a cabo. Pero no nos engañemos: el mal vecino de Norte con esta andanada busca que la solidaridad que inspira esa colaboración cubana quede eclipsada con falsas acusaciones y, de paso, cortar otra fuente de financiación con que el bloqueado y maltratado país del Caribe hace frente a sus necesidades de supervivencia.

En mi devenir en este mundo de la cooperación internacional he tenido contacto y he admirado la grandeza de la colaboración médica cubana en muchos sitios y, al igual que todos los cooperantes que conozco, en sus dos versiones más extendidas: la ayuda médica directa de los equipos de salud cubanos en el terreno y el trabajo de los profesionales de los países receptores de ayuda que han sido formados en Cuba, especialmente en la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), otra de las grandes obras de Fidel. En la mayoría de los países de África, América y Asia, las brigadas médicas cubanas son referente obligado tanto de quienes trabajan en cooperación internacional, como de los que lo hacen en los organismos multilaterales o en entidades locales: nadie conoce mejor que ellos el terreno, ni la población, ni sus problemas, porque llevan años ejerciendo su labor y, en muchos casos, son el sostén de los propios sistemas de salud de aquellos países. Conozco de primera mano que, en Guinea Ecuatorial, por poner un ejemplo, la información sobre la situación epidemiológica de la población que tienen los cubanos es en la práctica la única fuente fiable que sobre ella puede consultarse.

Cuando ocurrió el terrible terremoto que devastó Haití en 2010, las brigadas médicas cubanas no tuvieron que llegar a aquél atormentado país porque ya estaban allí. Cuando 9 meses después se desató la letal epidemia de cólera que siguió a la catástrofe natural, el desbordado desembarco de cooperantes, marines y ayuda humanitaria había pasado a ser tan solo un recuerdo y sus protagonistas habían regresado a casa. ¿Todos? ¡No! Los equipos médicos cubanos y los de Médicos Sin Fronteras eran los únicos que seguían en el país desarrollando su generosa y necesaria labor humanitaria.



Eric en Ruanda



Pero permítanme que eche la vista atrás. Corría el verano de 1994 cuando se produjo el éxodo de los supervivientes del genocidio ruandés que, exhaustos, alcanzaban la frontera de su país con el Zaire (actual República Democrática del Congo), hasta ocupar los alrededores de la ciudad de Goma, junto al lago Kivu, conformando en pocos días los campos de refugiados más grandes de los conocidos (casi un millón de personas entre los de Mugunga, Kibumba y Katale). En el equipo de la ONG en que realizábamos nuestro trabajo en el endeble hospital de campaña instalado en el campo de Mugunga, por encima de las enormes dificultades del día a día para atender a unos pacientes en situación límite en plena epidemia de cólera, pesaban otras adicionales de difícil manejo, como el idioma. La mayoría de los pacientes hablaba en kinyarwandés y en su lengua se comunicaba con el personal local que habíamos podido reclutar entre los refugiados, la mayoría auxiliares de clínica y profesionales de enfermería. Este personal por lo general era bilingüe y, además de en su idioma, hablaba también en francés, por lo que usaba esta lengua para relacionarse con los españoles. Por lo tanto, durante el interrogatorio clínico a los debilitados pacientes estos explicaban sus síntomas en kinyarwandés al personal local, el que nos lo traducía al francés, para nosotros después, con nuestras dificultades para entender y hablar el idioma de Molière, interpretar aproximadamente sus palabras. A continuación, nuestras preguntas corrían en la dirección contraria, de boca en boca y de lengua en lengua, hasta llegar al doliente enfermo, quien las recibía mostrando gran extrañeza, seguramente porque en ese complejo tránsito se había devaluado su sentido e intención hasta dejarlas fuera de contexto.



Era, por tanto, un procedimiento extraordinariamente ineficaz, largo y complicado, en unas circunstancias en que, precisamente, la agilidad en la atención y la precisión en la información debían ser, aquí sí, vitales. Este asunto y la escasez de personal local que colaborara con nosotros añadía a las difíciles condiciones de trabajo unas restricciones casi invencibles para nuestro equipo. Pero una mañana, mientras nos preparábamos para salir hacia el hospital, alguien llegó con una noticia que nos llenó de alegría y esperanza:

- Han encontrado un médico ruandés, entre los refugiados, que habla español. Está dispuesto a trabajar con nosotros. Nos está esperando en el campo.

La novedad, a pesar de la satisfacción que nos produjo, la recibimos con cierta incredulidad. Las probabilidades de encontrar un médico entre los refugiados eran remotas, casi tanto como hacerlo entre la población general de aquel país, pero que además hablara castellano, inverosímiles. A pesar de ello afrontamos la buena nueva con curiosidad e ilusión. Poco más tarde se desveló el enigma: mientras me acercaba a saludar al nuevo compañero le escuché conversando con otros y entendí que la información recibida no era del todo correcta. Aquel médico ruandés no hablaba español: ¡hablaba cubano! que es una cosa diferente.

Y al oírle exclamar un “No ‘e fasi” ante la visión desoladora de los pacientes de una de las tiendas que componían nuestro rudimentario hospital, lo entendí todo: se trataba de un ruandés que había cursado sus estudios de Medicina en Cuba, en el marco de los programas de formación becada que mantiene este país en beneficio de miles de estudiantes humildes de todo el mundo en desarrollo. Como era lógico, Eric, que así se llamaba el nuevo compañero, y yo sintonizamos a la perfección y en las semanas que pudimos compartir trabajo y anécdotas de momentos vividos en la prodigiosa isla pude admirar su entereza, la dedicación a su pueblo, su solidaridad inmensa, su excelente formación médica, su vocación y su enorme agradecimiento por todo lo que Cuba hizo por él y, de forma indirecta, por su castigado pueblo.



El testimonio que dio de las atrocidades que presenció en su país sirvió para conformar la causa por la que un tribunal internacional juzgó, más tarde, a algunos criminales y genocidas ruandeses autores de las matanzas de tutsis y hutus moderados. La pertenencia a su pueblo y la comprensión de sus códigos culturales, algo imprescindible en la relación médico-paciente, hicieron que mejoraran los resultados de nuestro humilde centro y la atención a los enfermos.

No sé qué habrá sido de él. Supongo que su destino no sería mucho mejor que el de los demás refugiados ruandeses, la mayoría de los cuales fallecieron en los meses siguientes por las terribles condiciones de vida a que estaban sometidos, por la violencia que existía dentro de los campos y el hostigamiento de policías y milicias zaireñas fuera de ellos o, incluso, por la represión que ejercían las nuevas autoridades ruandesas contra quienes regresaban del exilio. Pero su recuerdo jamás se borrará de nuestra memoria, porque forma parte indeleble de esta historia, que es tan solo un pequeño eslabón en la obra de la Revolución Cubana.

De la misma forma que no olvidaremos su voz, en medio de aquella hecatombe africana sumida en un babel de lenguas, exclamando: “¡P’al carajo, mi hermano, esto está de pin... (y cepillo)”!



Samir en Palestina


Foto Magne Hagesæter


En abril de 1996 el ejército israelí bombardeó un refugio bien identificado y repleto de población civil en las proximidades de Qana, en el Sur del Líbano, ocasionando una masacre de más de cien personas. Triste pródromo, como otros muchos, de la barbaridad y del genocidio que el gobierno de Israel ejecuta contra el pueblo palestino de la franja de Gaza desde hace 20 meses (en junio de 2025). Acudimos a aquel lugar con premura una representación de la organización a la que pertenecía, en misión exploratoria financiada por la Agencia de Cooperación Española (AECID) con el fin de conocer la situación de la población en el terreno, circunstancias del ataque y posibilidades de puesta en marcha de un programa de ayuda a la población damnificada.

En este tipo de misión uno de los objetivos es siempre encontrar entidades locales, gubernamentales o privadas, que puedan servir de contraparte a la que promueve la ayuda y personas que por su posición, liderazgo o conocimiento de la población beneficiaria pudieran colaborar en la gestión de la ayuda en sus diferentes fases. Viajamos a Tiro tras algunos días en Beirut. Esa histórica ciudad del Sur del Líbano es la más próxima al lugar del ataque y donde se ubicaban las instancias administrativas y las autoridades con quienes convenir todo lo relativo a un programa de asistencia sanitaria y ayuda médica y quirúrgica dirigida a la población afectada por el brutal ataque y por otros que se sucedían habitualmente. Una gran parte de esa población habitaba en el campo de refugiados de Rashidieh y allí establecimos nuestro centro operativo. Recuerdo el impresionante y multitudinario funeral de las víctimas de aquella atrocidad en las ruinas del teatro romano de Tiro. Creo que fue allí donde conocimos a Samir. Nos lo presentó una enfermera española que vivía en aquélla histórica y torturada ciudad, de nombre Manolita, y lo hizo asignándole el espléndido título de ser un “farmacéutico palestino que habla español”.

Fuente: Che Guevara Lebanon

Como en el caso de nuestro admirado Eric, el jovial Samir hablaba en cubano a la perfección porque fue en la mayor de las Antillas donde se formó como farmacéutico. Enseguida conectó con todo nuestro equipo y rápidamente apreciamos tanto su calidad humana como sus óptimas condiciones para trabajar con nosotros en la puesta en marcha del proyecto de apoyo a la población palestina que en ese momento empezábamos a pergeñar: apoyo médico al sistema de salud de los campos de refugiados palestinos del Sur del Líbano. Como quiera que uno de sus componentes fundamentales era la ayuda farmacéutica y Samir contaba con el conocimiento y los contactos necesarios en ese sistema, su contribución se nos tornó simplemente ideal.

Recuerdo en esos días de planes y proyectos las fantásticas veladas que pasamos en un café del puerto, acompañados del querido Luis Valtueña, que sería brutalmente asesinado en Ruanda poco después, recordando historias vividas en Cuba, que el farmacéutico relataba con gran nostalgia mientras nos deleitábamos con aquellos aromáticos narguiles. Samir no ocultaba la enorme gratitud que sentía por Cuba, donde vivió los momentos más bonitos de su vida, por la oportunidad que le había dado de convertirse en un profesional y, por eso mismo, por la gran ayuda que Cuba brindaba a su perseguido pueblo.

- Cómo me gustaría volver, mi hermano.

- Lo sé. Seguro que algún día lo conseguirás.

El programa de ayuda se puso en marcha poco después y yo regresé a España. Durante algún tiempo mantuve el contacto con Samir, que se involucró a fondo en aquel trabajo, del que llegó a convertirse en referente imprescindible. No sé si mi amigo palestino pudo volver a la isla de nuestros amores, deseo con todo el corazón que así haya sido, y que en ese anhelado viaje de retorno haya podido revivir alguna de aquellas maravillosas historias que con tanta melancolía rememoraba durante los días que compartimos trabajos, recuerdos y deseos de justicia.


Mitch en Honduras

Foto: Javier Teniente

Noviembre de 1998: el huracán Mitch acababa de arrasar extensas zonas de Centroamérica. El equipo internacional de emergencias en el que yo participaba como voluntario fue de los primeros en entrar en Honduras tras el desastre, junto a los equipos médicos cubanos. La destrucción era inmensa y las posibilidades de acceder a los lugares más castigados prácticamente nulas. Aunque parezca imposible, tres meses después del paso del huracán, llegaríamos cada día a comunidades rurales muy aisladas a las que aún no se había acercado nadie ni a preguntar qué había pasado. Como algún campesino nos contó: “A los que se ahogaron, les enterramos y, después, cada cuál a lo suyo”. Es la experiencia brutal y cotidiana de quienes no han tenido nunca contacto con un Estado, y si lo han hecho no ha sido en beneficio de ellos ni de sus familias. Nuestro equipo estaba compuesto por personal de salud (médicos, pediatras y enfermeros) y por otros voluntarios que atendía las tareas logísticas. Trabajábamos coordinados con el sistema de salud local, con quien intercambiábamos permanentemente información de situación y tareas realizadas y con quienes pactábamos la programación semanal de visitas y actividades. Previamente habíamos hecho gestiones en la capital con el Ministerio de Salud donde conocían al detalle nuestros planes, nos facilitaban todo lo que estaba a su alcance para que realizáramos nuestra tarea de atención urgente y socorro y cuyas autoridades nos mostraban su gratitud por todo ello.

Atendíamos, por tanto, continuamente a personas que no habían visto un médico o una enfermera en toda su vida, pues los rudimentarios trabajos de salud los realizaba en cada comunidad un agente de salud que había recibido una pequeña capacitación para hacerlo. Como resulta evidente, y mucho menos en aquellas circunstancias, nadie nos exigió tramitación alguna para realizar nuestras tareas y sobre lo relativo a nuestra titulación profesional y cualificación, nuestra ONG, legalizada en aquel país, garantizaba todo lo preciso. Pero una mañana nos llegó la noticia de que el colegio de médicos de Honduras, asociación gremial de los galenos de aquel país, prohibía a los médicos cubanos que formaban los equipos de emergencia destacados allí, asistir a las víctimas “por no estar colegiados” en Honduras. Nos quedamos perplejos y rápidamente conectamos con compañeros de otras organizaciones españolas y de otros países para comprobar lo que nos imaginábamos: que a ningún médico procedente de otras latitudes se le había exigido tal requisito para realizar su labor diaria. ¡Solo a los cubanos!




Unos galenos, los hondureños, representados en esa arcaica organización profesional, que en su gran mayoría trabajan en la capital o en ciudades grandes y que atienden a sus opulentas clientelas con todas las comodidades de sus consultas privadas, en las que recaudan pingües beneficios, pero para quienes los compatriotas pobres que viven en zonas remotas y aisladas no cuentan, ¡hasta ahí podían llegar!, ni merecen la más mínima atención, entre otras cosas porque nunca la podrían pagar. Pero el colmo del cinismo se alcanza cuando se intenta prohibir o impedir que otros profesionales de la salud, estos sí vocacionales y con un sentido de su obligación que trasciende el logro material para garantizar el derecho de todos a la salud, asistan a los enfermos, heridos o damnificados por la catástrofe natural.





El clasismo, cuando no el racismo, de una gran parte del rancio colectivo médico y su sectarismo ideológico le hacía anteponer sus obsesiones al derecho a la atención de la población hondureña que la necesitaba, olvidada históricamente y a la que, cual perro de hortelano, prefería que se abandonara antes de que otros, con su esfuerzo y su solidaridad, les dejaran en evidencia ante el mundo. Esta inmoral actitud la vimos, tiempo después, en otros países, como en Brasil, y también contra la cooperación médica cubana (https://bit.ly/4nArwmy). ¿Por qué será?


Yo me acuso, Mr Rubio

En eso mismo anda el gobierno de los EEUU contra Cuba y la colaboración médica cubana, en uno de los ataques más deshonrosos que recordamos. Estamos inmensamente agradecidos a los médicos cubanos y a los de otros países que se han formado en Cuba por su inmensa labor en favor de la salud y los derechos de los más necesitados y a la Revolución que lo ha hecho posible. Son un ejemplo para todos. Y los que les denigran o pretenden impedir su trabajo, se nos antojan como una de las mayores vergüenzas que soporta este mundo.

Reconozco aquí, por tanto, y en relación a todo lo tratado, que he sido víctima de trabajo esclavo, como todos los cooperantes europeos y de otros países que hemos trabajado en proyectos de cooperación estructural y de ayuda humanitaria percibiendo unas remuneraciones por debajo de nuestro salario normal, ya que pensábamos que ello formaba parte de nuestra aportación como voluntarios. Pero no, por el Departamento de Estado de EEUU ahora sabemos que nos han explotado, por lo que pedimos también que se sancione a las ONG’s que han abusado de nosotros y a los países y comunidades receptoras de nuestro trabajo por consentirlo.

Ah, y a los pacientes que hemos tratado, ayudado, atendido, curado, o, simplemente, acompañado, que nos perdonen también por haberlo hecho.


Epílogo

El 20 de noviembre de 2019 esperaba en el aeropuerto internacional José Martí de La Habana el embarque de mi vuelo a España cuando, bien entrada la noche, un rumor creciente que provenía de la zona de llegadas fue invadiendo salas y pasillos hasta despertar a los somnolientos pasajeros y desatar la curiosidad de todos los que, pacientemente, esperábamos que se nos llamara para acceder a nuestras respectivas aeronaves.

Días antes se había consumado el golpe de Estado que la OEA, con la inestimable colaboración de la embajada de EEUU en Bolivia, había orquestado contra el presidente constitucional, Evo Morales. Además de colocar en el poder a una gobernante títere que en pocos días pondría las riquezas del país en las manos avariciosas de sus padrinos políticos, los golpistas lanzaron toda una declaración de intenciones cuando decretaron la inmediata expulsión del país de todos los miembros de las misiones médicas cubanas que allí operaban, tras lanzarles graves amenazas. 700 cooperantes dispersos por la compleja geografía de aquel país que atendían en los lugares más aislados y recónditos a la población rural en la situación más ignorada y postergada históricamente.

"Con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar", escribió José Martí y los profesionales de la salud cubanos lo asumen desde su graduación como lema inspirador de su trabajo. De modo que la gente humilde de Bolivia, de la noche a la mañana, se quedó sin un recurso básico para su salud y su bienestar. Esa es la importancia que los golpistas bolivianos, la OEA o el gobierno de EEUU dan a los derechos humanos y, muy especialmente, al derecho a la salud de la población que habita en su patio trasero. Bueno, con excepción de la población cubana, y también de la nicaragüense y venezolana, cuyos derechos son los que inspiran, según nos quieren hacer creer, sus acciones y las de sus satélites. Una suerte que la boliviana, por lo que sea, nunca ha tenido.

¿Qué pasa?, nos preguntábamos aquella noche en el aeropuerto habanero mientras el rumor y los gritos subían de tono. Nos mirábamos perplejos hasta que, a lo lejos, por uno de esos interminables pasillos vimos avanzar una muchedumbre que despertaba la emoción nada contenida, los aplausos y los gritos de ¡Viva Cuba! de todos los que se acercaban a verla pasar, desde los cubanos que allí se encontraban trabajando o en trance de viajar, hasta los turistas que llegaban o se iban. Los que caminaban hacia nosotros habían conseguido en un instante el reconocimiento unánime de todos los presentes; la admiración no hizo falta, porque ya la tenían. .


Fuente: CLATE


Se trataba, ¿de quién si no?, del último contingente de 200 cooperantes cubanos de la salud que había sido expulsado de Bolivia por los golpistas y sus patrocinadores y que tuvo que salir a la carrera para no arriesgar su vida, al igual que hizo el propio presidente constitucional. Pocas cosas recuerdo tan emocionantes como observar su paso de gigantes, agitando sus banderas cubanas, al comprobar el enorme cariño que despertaban en todos los que allí nos encontrábamos. El auténtico ejército de batas blancas que siempre imaginó el líder de la Revolución, hecho realidad y triunfante, pues ni entonces ni nuca fue vencido por la enfermedad  ni desterrado por quienes recibían su atención, sino por los auténticos enemigos de un mundo más justo, donde quepan y tengan derechos los más pobres y abandonados. 


Los autores de esa indigna persecución a las misiones médicas de Cuba se califican por sí mismos con sus obras. Cuando parece imposible, siempre nos sorprenden con algo más miserable y rastrero. 
 
La infamia continúa y sube de tono; ¡la solidaridad también!


Manuel Díaz Olalla
Médico cooperante



lunes, 30 de agosto de 2021

Let Cuba live (1ª parte)

 

A Lázaro Díaz, amigo, socio, hermano,
Al que le abandonaba la vida mientras el último y frustrado asalto del imperio se cernía sobre Cuba.
Él, que vivió tantos y tanto luchó contra ellos, desde su puesto de jefe de la Defensa de la Plaza de la Revolución, en la crisis de octubre de 1962, al lado del Che, hasta nuestros días.
A él, que tanto me enseñó sobre Cuba, sobre cómo quererla y defenderla.
Que siempre me recordaba que éramos gente de Patria o Muerte, aunque no hiciera falta. 
Siempre en nuestra memoria y en mi corazón.


Justina Chong; El cosechero (República Popular China), Exposición Let Cuba Live, Instituto Tricontinental de Investigación Social


La trinchera siempre está a un lado, si está enmedio la ocupó el enemigo.

A menudo disiento, por su imprecisión, del lema que saluda al visitante que llega al pueblo guantanamero de Caimanera. Cuando visité esa bella localidad acompañado de Lázaro, mi yunta, me lo encontré así, de sopetón: “Bienvenidos a la primera trinchera antiimperialista” porque, aunque se entiende que su situación fronteriza con ese pedazo de Cuba usurpado por los EEUU y dedicado a Base Naval en territorio extranjero le permite exhibir ese bello título, parece más certero plantear que realmente toda Cuba sea esa trinchera. Trinchera a su pesar y sometida a una guerra implacable por parte de los EEUU desde hace más de 60 años, comercial, financiera, militar, mediática, mercenaria, diplomática y no sé cuántas modalidades más le serían aplicables. Como consecuencia de ello y como corresponde a esa categoría de resistencia, su margen de maniobra es escaso, su exigencia de unidad interna, vital, y su eventual concesión a las demandas imperialistas, un suicidio.

Lo aprendí hace muchos años y así me lo contaron cuando me interesaba por el fundamento de algunas medidas que tomaban las autoridades cubanas, para mí incomprensibles incluso en el contexto del que tratamos. “Es la ley del todo o nada”, decían, no existen las posturas intermedias porque esas son las que pretenden quienes desde dentro o desde fuera buscan crear la brecha que acabará por destruirlo todo y hay que asumir que, como en toda guerra, situarte en un bando es aceptar todo por unanimidad sin concesiones a los matices ni a las medias tintas.

Por eso me cuesta entender algunos planteamientos que hacen ahora algunas personas que nutren y han nutrido de forma nítida las filas revolucionarias. Creo que la primera vez que lo noté fue hace unos meses, cuando los sucesos mercenarios de San Isidro. Leí con cierta perplejidad una declaración de la UNEAC, me parece que del grupo de la Isla de la Juventud, que se situaba en una postura “intermedia” entre, no es textual pero creo recoge bien lo que se declaraba, “los radicales de la revolución y los que defienden el fin de esta a toda costa”, incluyendo en este último planteamiento la intervención militar de la potencia extranjera. Me dio que pensar pues era un punto de vista totalmente novedoso para mí, en clara contradicción con la teoría dicotómica expresada antes y que siempre me llevó a confirmarme en un extremo de este escenario, cuando tiendo a hacerlo más en los tercios medios. No les diré qué punto escogí ante este dilema, pero sí por qué lo hice: no puedo entender la equidistancia en la situación de Cuba. Bueno, en realidad lo que pasa es que sí la puedo entender, porque para mí es una versión dulcificada del extremo contrarrevolucionario, es admitir como válido el papel del poli-bueno torturador que, buscando lo mismo que el poli-malo, te arrancan la rendición para que el feroz no acabe contigo, es asumir la tercera vía que, cuando alcanza su objetivo, enseña su cara verdadera que no es otra que la de siempre, es dar por válida la edición actualizada de la revolución de los colores, el fundamento de la nefasta primavera árabe trasladada al Caribe, es, en fin, confirmar sin ambages el golpe blando que la hipocresía de los tiempos les ha obligado a desarrollar para conseguir lo que nunca lograron en Cuba aunque sí en otros paises con el golpe duro, el de la bota y el fusil del generalote infame traidor a su pueblo.

domingo, 29 de agosto de 2021

Let Cuba live (2ª parte)

 Cuando lo común es lo extraordinario.

Cuba es una excepción. Y está bien que así sea porque le grita al imperio que otro mundo es posible. Que se puede vivir, crecer, asegurar todos los derechos de la gente y desarrollarse sin ser un apéndice supeditado a otros, ni trabajar para el inglés. Tan asumido lo tienen ellos y el mundo que cuando pasan las mismas cosas que en los otros paises no faltan farsantes que se apresuran a certificar su defunción o a señalar que Cuba es una “dictadura”, con argumentos que si los usaran en sus propios paises harían estallar en carcajadas a cualquiera. Algunos ejemplos: cuando el 11 de julio de 2021 se sucedieron en ciertas ciudades de Cuba algunas manifestaciones de protesta instigadas desde el exterior con la entusiasta colaboración de la enorme maquinaria manipuladora de medios y redes sociales internacionales interesadas, declaraciones tan significativas como las del presidente de EEUU, patrocinador y financiador principal de ellas, hicieron sonrojar a muchos, dando paso a comentarios jocosos muy celebrados. Destáquese el de la portavoz de asuntos exteriores de Rusia, no el ministro, la portavoz, quien al escuchar que Biden anunciaba que las relaciones de su país con Cuba iban a cambiar desde ese día (¿a peor todavía?) y constatar que en esa misma jornada en Francia se habían desarrollado decenas de manifestaciones antigubernamentales de protesta en las que participaron miles de personas, no tuvo más remedio que advertir al mandatario yankee que, en su misma lógica, desde ese mismo día debía cambiar también las relaciones con el país europeo. No es usual que una portavoz cualquiera se mofe en público de todo un presidente de los EEUU, pero es que la estupidez no admite recato, ni moderación y, como dicen en mi pueblo, el vetusto dirigente “se lo puso a huevo”.

En Francia, como en cualquier país occidental de esos que se creen con el derecho de dar lecciones de democracia a Cuba, se desarrollan casi diariamente grandes y, a veces, muy violentas manifestaciones contra su gobierno y todo se asume desde la normalidad. En Cuba no suele haber manifestaciones de protesta y de ahí la excepción. Lo anormal es que las haya, así que, en aplicación de la teoría de la excepcionalidad punitiva, cuando ocurre lo mismo que en todos los sitios, nos anuncian la hecatombe, declaran que la gente no puede vivir más en ese régimen (obsérvese que los farsantes utilizan este término para denominar al sistema que no les gusta, cuando se refieren a regímenes de verdad, aunque amigos de ellos -Arabia Saudita, Marruecos, etc-, suprimen esa denominación) y deciden que hay que invadirla para implantar “una democracia”, entre comillas, de esas en que la explotación de la gente y la conculcación de sus derechos fundamentales le obliga a salir todos los días a las calles pidiendo cambios y exigiendo justicia. Los tergiversadores de la historia de todo pelaje no dudarán en señalar que lo que en todos sitios es muestra de salud democrática, en Cuba es una clara señal de “descomposición”.


Grandes protestas en Francia, contra la dictadura y exigiendo Liberté












Floyd es asesinado por la policía en EEUU, donde no existe represión policial, al parecer 


domingo, 4 de abril de 2021

El desafortunado viaje de la señora ministra

 

González Laya en Colombia fotografiándose con niños venezolanos emigrados (europa press)

Recientemente hemos conocido que la ministra española de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación (MAUC), Arantxa González Laya, realizó un viaje de trabajo a Colombia en el transcurso del cuál visitó la ciudad de Cúcuta, en la frontera con Venezuela, con el fin de “conocer la realidad de los migrantes venezolanos”. El interés por ese conocimiento se justifica, entre otras cosas de las que hablaremos a continuación, porque España “aporta ayuda humanitaria para prevenir la COVID-19 en las personas refugiadas y migrantes venezolanas” (la cursiva es mía), siendo esta una iniciativa de calado, nada coyuntural ni al ritmo que marca la pandemia, sino que antes de la COVID-19, nos aseguran, España se puso “al frente de las donaciones para atender a los migrantes venezolanos” (noticia de octubre de 2019).

Nada que decir de tan loable interés si no fuera porque la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) insiste en incluir los fondos que destina a tal fin y que CáritasAcción contra el Hambre y Cruz Roja Española ejecutan en el terreno, entre los exiguos recursos que dedica a la Ayuda Humanitaria (62 millones de € en 2019, el 6,5% de la Ayuda Oficial al Desarrollo -AOD- bilateral y el 2,35% de la ayuda neta total), lo que decididamente no es, por mucho que los pongan bajo la gestión de la devaluada Oficina de Acción Humanitaria y a pesar de que la nota de prensa en que se anuncia incluya en el párrafo final: “La Oficina de Acción Humanitaria de la AECID se encarga de la gestión y ejecución de la acción humanitaria oficial de España, en base a los principios humanitarios de humanidad, imparcialidad, neutralidad e independencia”.

Y aquí está el quid de la cuestión, en los principios humanitarios y especialmente en el de la independencia que al final se señala y del que no puede estar más lejos el MAUC y su agencia de cooperación en esta actuación. No toda la ayuda que prestan los gobiernos es ayuda humanitaria. De hecho, la mayor parte, como se ha dicho, no lo es, sino que suele tratarse de distintas formas de asistencia sobre cuya finalidad donantes y receptores tienen intereses que van más allá del objetivo inmediato que se anuncia. Y cuando no son las necesidades básicas de la población afectada por un evento catastrófico, sea terremoto, guerra, pandemia o crisis económica, lo que mueve al donante, o cuando éste se puede identificar con claridad como causante o contribuyente al mal que pretende aliviar, la ayuda no puede ser considerada “humanitaria”.

Como es conocido, España, al igual que Europa, carece en la práctica de política exterior propia, estando supeditada de forma habitual a los intereses, designios y directrices de EEUU. Entre las cualidades que adornan al actual responsable de la política exterior de la UE, José Borrell, antecesor de la Sra. González Laya en el MAUC, destaca la sinceridad. Quizás no sea una gran virtud para un diplomático, pero a los ciudadanos de a pie nos ayuda a entender algo mejor las relaciones internacionales. El Sr. Borrell no ocultó ni un detalle en su momento sobre cómo el reconocimiento de España a Guaidó, la persona elegida por Trump para presidir Venezuela, se precipitó por las presiones del embajador de EEUU en España, ni que, en la actualidad, para conocer qué rumbo van a tomar las relaciones de Europa con aquél país latinoamericano tengamos que esperar a que (textual) “Biden fije posición”. Por ello España y Europa se suman con decisión a toda la batería de sanciones que impone el gigante del Norte y que, sin duda, está en la base de la penuria que atraviesa la población venezolana, provocando su éxodo hacia países limítrofes, como Colombia, en busca de alivio a su precaria situación. España, por tanto, contribuyendo a crear el problema y, luego, acudiendo presto a socorrer a las víctimas. Como aquél piadoso noble de la fábula de Iriarte, tan explotador como generoso, del que escribió con motivo de la inauguración de una casa de salud para indigentes que el sátrapa construyó:

«El señor don Juan de Robres,
con caridad sin igual,
hizo este santo hospital…
y también hizo los pobres.»

domingo, 14 de octubre de 2018

Michael Robinson y los deportistas desertores cubanos

Michael Robinson, tal como era en la época en que desertó
 Estimado Sr. Robinson,
Muy interesante el reportaje sobre los deportistas cubanos desertores emitido hoy día 15 de octubre de 2018 en su programa de la cadena SER "Acento Robinson". Tan solo se les ha olvidado que más del 95% (y me quedo corto) de esa emigración por la que demonizan a Cuba es económica y no política, como lo es toda la emigración cubana en general y la marroquí y la ecuatoriana y las senegalesa.... y la de todos los países en desarrollo.

Es un pequeño detalle que se les ha olvidado señalar, seguramente porque pretendían confundir a la gente para que pensara que dejaron Cuba "huyendo de la feroz dictadura castrista". Es lo habitual. Al oyente que le diera por pensar (sí, ya veo que cuentan con que eso sea difícil) se daría cuenta de que la mayor parte de los jugadores de los equipos de la élite futbolística española, por ejemplo, no son españoles. Entonces, ¿qué querrá decir eso? ¿De qué dictadura huyeron Cristiano Ronaldo, James Rodríguez, Messi o Etoó? ¿De qué  odioso régimen desertaba el director de este programa,  Sr Robinson, en 1987 cuando abandonó su país para probar fortuna como futbolista en este?

Tan sólo les tengo que dar la razón en algo que han repetido hasta la saciedad: que Cuba es el país del mundo que más deportistas desertores ha producido; "el primero,  de lejos" como dijeron. No han explicado, por supuesto,  que la mayoría de los países en desarrollo no pueden competir en ese ranking simplemente porque no" producen" deportistas de élite,  ni que , si lo hicieran,  jamás desbancarían a Cuba porque los deportistas de los demás países que deciden hacer carrera en equipos extranjeros no son nunca desertores,  sino profesionales que optan libremente por  trabajar donde las opciones que les brinda el libre mercado son más ventajosas. ¿O llamarían ustedes "desertor jamaicano" a Usain Bolt por haber decidido hacer carrera como futbolista con el Central Coast Mariners de la liga australiana? 

Por supuesto que no, son desertores los cubanos porque sin duda huyen del brutal comunismo que les tiraniza. La gente se cansa de sus tomaduras de pelo y sus insinuaciones malintencionadas y simplistas. Consideren que hay oyentes que analizan lo que escuchan y desechan los argumentos vacíos y manipuladores que muchas veces les sirven programas como el suyo.  El que piensa, y somos muchos, podría deducir..."un país pobre y bloqueado que produce y ha producido cantidad de deportistas de élite.. ¿cuál será su secreto?" ..

A lo mejor es el sistema, que invierte sus escasos recursos en formar a las personas.... y no en conseguir que unos sean inmensamente ricos mientras la mayoría vive en la miseria.

Hala, a seguir mejorando.... ..que les queda mucho, por lo que hemos visto en la emisión de hoy...
M. Gironés V.

miércoles, 3 de octubre de 2018

Venezuela y la crisis migratoria: la Ayuda Humanitaria concebida para otra cosa


El Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, a propuesta del llamado “grupo de Lima”, ha aprobado una resolución en la que insta al gobierno de Venezuela a aceptar una supuesta ayuda humanitaria internacional1.  A mi modo de ver y por todo lo que significa, este organismo multilateral incurre así de forma flagrante en la perversión de término y concepto, además de plegarse a los intereses intervencionistas de un grupo de países que pretende con esta pantomima derrocar a un gobierno legítimo.

En toda mi vida en este mundo de la cooperación y la acción humanitaria, es la primera vez que veo que un organismo internacional, sería igual que fuera un país, inste a otro a que acepte la ayuda humanitaria internacional.  Es decir, a que reconozca, primero, que tiene una crisis que no puede resolver con sus propios medios por lo que requiere colaboración exterior y, luego, a que acepte la que le impongan otros, como ellos quieran y, posiblemente, sujeta a determinadas y aviesas condiciones, que es de lo que se trata.

Creo que nadie duda a estas alturas de que esos condicionantes habilitarían a los generosos donantes a intervenir en la política interna de Venezuela, en el funcionamiento de sus instituciones y en su forma de gobierno. Es decir, que la espléndida colaboración que nadie les pidió lo que realmente pretende es conculcar su soberanía.

En las relaciones internacionales el mecanismo de la ayuda humanitaria sólo se activa cuando el propio país que la necesita la solicita o, en el caso de que gobierno e instituciones hayan colapsado y no exista autoridad legítima, la ponga en marcha la ONU. Ninguna de estas dos circunstancias se da en Venezuela. Y, no solo eso, sino que es la primera vez en la historia que otros instan a un país a que la acepte sin que la haya solicitado ni reconocido que la precisa.

¿No les parece raro todo esto? Efectivamente, como estará pensando, quienes instan no pretenden, ni les preocupa lo más mínimo, mejorar la vida de los venezolanos, ni buscan, como técnicamente exige la puesta en marcha de un mecanismo como ese, “disminuir la mortalidad y la morbilidad asociada a la crisis”, sino que, si llega el caso, la incrementarían con medidas antisociales o con la violencia y la intervención militar.

Nos enseñaron, desde Dunant en Solferino, que este mecanismo de la ayuda internacional se da solamente ajustado a las necesidades de la población que sufre (salvar vidas, curar enfermedades, aliviar el dolor) y, a diferencia de otros instrumentos de la cooperación entre países, no puede ser condicionado por nada ni reclamada su devolución en el futuro. ¿Alguien cree de verdad que los farsantes que promueven esa iniciativa no piensan poner condiciones al gobierno venezolano si la aceptara? ¿Alguien puede creer que su objetivo principal no sea, en realidad, cesar o someter a Maduro, un presidente que, les guste o no, ha sido elegido democráticamente por la mayoría de los venezolanos? Está claro, ni buscan aliviar las necesidades de los venezolanos ni tienen previsto no imponer sus condiciones. Mentiras nada más y crisis falsa y fraudulenta.

¿Y quiénes son los que manipulan los mecanismos del movimiento humanitario internacional  para anteponer sus propios intereses a los del pueblo venezolano que ha elegido libremente a sus gobernantes? El grupo de Lima. Es decir un grupo de países de América que, al no encontrar suficiente eco de su política agresiva contra Venezuela en el seno de la OEA porque jamás alcanzaron la mayoría necesaria para impulsar sus propósitos, crearon un grupo fuera de la misma para promover sus propios desmanes, ellos mismos sin contar con la oposición de nadie. Es un “yo me lo guiso y yo me lo como” más bien patético que pone en evidencia su minoría en aquél organismo internacional.

Y lo que más perplejo nos deja desde la perspectiva del humanitarismo internacional es que esta exigencia absurda la formulen quienes han provocado la situación adversa de la población que ahora intentan revestir de crisis humanitaria. Efectivamente, son ellos y solo ellos los que con su seguidismo a las sanciones y al bloqueo impuesto a Venezuela a requerimiento y mayor gloria de Donald Trump, han provocado la escasez de algunos productos que ahora quieren disfrazar de crisis humanitaria. Como si Hitler hubiera exigido a Rusia que, durante el asedio a Stalingrado, aceptara la ayuda que quería brindar Alemania, sobre todo, y sin duda, para que fuera repartida por él y su ejército, casa por casa.

O sea, que funciona así: te intentan matar de hambre y luego te exigen que cojas la comida que te ofrecen de sus propias y criminales manos. ¿Estará envenenada? No lo duden; si no en su composición, claramente en sus objetivos políticos. No diremos que es la primera vez que asistimos a la representación de una desfachatez como esta en el mundo, no, porque utilizar, pervertir hasta el concepto y engañar a la gente tomando la ayuda humanitaria como señuelo, es un asunto bien conocido desde que el humanitarismo aparece ante los ojos de la gente como una actividad digna de loa. Pero el desparpajo y la mofa a la inteligencia con que lo hacen estos farsantes, llega en este caso al esperpento máximo.  

Se suben encima de la ayuda humanitaria, ni siquiera para no hacer lo que deben en su nombre sino, y esto es lo terrible, para fomentar la guerra, la muerte, la injusticia y la mentira, o sea, para todo lo contrario para lo que se concibió.  

No era humanitarismo lo que movió a Estados Unidos y a sus cómplices, con el gobierno de España a la cabeza, Zapatero presidente, a destruir Libia en 2011, aniquilando a miles de personas (“efectos colaterales” denominó a esos crímenes un nefasto funcionario español), asegurando el asesinato de Gadaffi y su familia y los desmanes que se cometieron contra sus seguidores. Y lo hicieron sin pudor hasta controlar su petróleo y dejar convertido a ese país, uno de los más prósperos del Norte de África,  en un guiñapo irreconocible. No lo era, por mucho que los asaltantes consiguieran el beneplácito de la ONU para sus acciones con la excusa de establecer un “corredor humanitario”.
No era ayuda humanitaria las actividades que desplegaban los aviones de Estados Unidos que lanzaban comida en Afganistán solo minutos después de haber sobrevolado esos mismos lugares tirando bombas, en Octubre de 2001 y que veíamos pasar sobre nuestras cabezas (“ahora bombas, ahora leche en polvo, que el que no perezca en el bombardeo no vaya a morir de hambre, que tampoco somos unos salvajes”), en la misma frontera pakistaní cerca de Pesahwar.

No era la supervivencia y la mejora de las condiciones de vida de los afectados lo que pretendía el ejército indonesio cuando decidió que serían sus soldados, y no las ONG’s internacionales, quienes repartirían medicinas y alimentos a sus enemigos, los rebeldes de Aceh damnificados por unas terribles inundaciones que devastaron aquélla región en 2003. Como tampoco buscaba aliviar el sufrimiento del pueblo cubano la UE cuando en 1992 intentó canjear ayuda humanitaria por concesiones políticas de aquél gobierno en pleno periodo especial y en lo más álgido de la epidemia de neuritis óptica que se declaró en el país caribeño.Tampoco pretendían prevenir el sarampión los agentes de la CIA disfrazados de trabajadores humanitarios que montaron una campaña de vacunación en Abbottabad, con el objeto de identificar a los familiares de Bin Laden, para darle muerte, lo que consiguieron en 2011.

No todo puede valer en este mundo y, con todo, esta zafiedad revestida de humanitarismo que protagonizan los pupilos de Trump en América Latina rebasa todo lo conocido, dando un paso más en el desprecio absoluto a aquél movimiento y a la legislación que lo regula. No solo causan los problemas que la población civil sufre en Venezuela, tal y como certeramente denuncia el expresidente Zapatero, mediador internacional nada sospechoso de izquierdista, sino que después exigen a su gobierno legítimo que acepte la ayuda humanitaria que ellos, los causantes, le brindan, para poder usarla de propaganda con el fin de desprestigiarle, y  para negociar con ella en su objetivo de controlarle.

Pero las cosas son como son y la realidad es tozuda e implacable. Por muchas cuestiones que se pueden detallar, los que exigen ahora a Venezuela, debieran ver primero la viga en el propio ojo y temblar por si Venezuela les insta también a que reciban su ayuda, o a que le reconozcan la que ya les dan. A pesar del movimiento emigratorio que protagonizan muchos venezolanos en la actualidad, lo cierto es que, según ACNUR, la mayor cantidad de refugiados estables en América Latina está en Venezuela y son colombianos. Según esa agencia de las Naciones Unidas, entre los años 2007 y 2017, la cantidad de colombianos que ha buscado asilo en Venezuela se ha mantenido estable, entre 100.000 y 500.000 personas al año2, y en la actualidad Venezuela cobija a 5 millones 600 mil colombianos, 400 mil ecuatorianos y 500 mil peruanos sin decretar emergencia migratoria ni recibir dinero de EEUU. Otro dato singular en este sentido lo da la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), que manifiesta que en estos momentos de intensificación migratoria, el 69% de quienes cruzan diariamente la frontera entre Venezuela y Colombia son colombianos y 7 de cada 10 que lo hacen en dirección a Colombia piensan regresar a Venezuela el mismo día3. Más de medio millón de brasileños reciben la electricidad que produce Venezuela4 y  niños y adolescentes venezolanos en el norte de Brasil están expuestos a explotación laboral, violencia sexual y otros malos tratos, según un informe de la OIM y Unicef5.  Por si eso fuera poco, Brasil y Argentina duplican y triplican, respectivamente, la mortalidad infantil de la desarrapada república bolivariana6 y Macri, el presidente de este último y magnánimo país, consiguió con sus políticas crear 4 millones de pobres solo en los primeros meses de su mandato7

Cientos de miles de personas cruzan todos los años la frontera mexicana con EEUU sin que a nadie, ni al propio Trump, se le haya ocurrido nunca decretar la alarma mundial por necesidad calamitosa de México, ni jamás nadie le exigió a sus gobernantes que tomen la ayuda humanitaria que le imponen otros, cómo y con las condiciones que estos quieran. Entonces, ¿con qué derecho y legitimidad el gobierno de Peña Nieto, destacado impulsor y miembro del grupo de países que plantean la insólita y fraudulenta exigencia a Maduro, puede pedirle tal cosa a Venezuela? 

Quizás la población de todos esos países, con gobiernos tan sensibles a las penurias por las que atraviesan otros, estén pensando que una parte de esa generosidad, aunque sea pequeña, que ahora ofrecen al pueblo venezolano bien podrían dedicarla a retornar a los que tuvieron que salir por la violencia y la miseria, a atender sus necesidades básicas o a salvar a sus hijos de una muerte tan segura como cruel por el desinterés, el abandono y el desprecio a los más humildes. No habría ayuda humanitaria mejor empleada que la de invertir en aliviar el sufrimiento de tu propia gente antes de andar enredando e inventando cómo tumbar a un gobierno ajeno que, por los indicadores que manejan los organismos internacionales, se preocupa y trabaja mejor para su población que ellos mismos.

No hay que pedirles tanto a esos fachos. De hecho poca gente se habrá planteado en serio que harían cosas en beneficio de sus propios pueblos, pero de momento, con que no intentaran crear una crisis con la que justificar su intervención imperial en un país democrático, el mundo les estaría eternamente agradecido.


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1.- Ciudad CCS; “Venezuela rechaza resolución de la ONU sobre ayuda humanitaria. El embajador ante el Consejo de DDHH, Jorge Valero, calificó la medida como el comienzo de una escalada intervencionista”, 27  sept 2018. Disponible en: http://ciudadccs.info/venezuela-rechaza-resolucion-la-onu-ayuda-humanitaria/
2.-El Espectador; “Venezuela sigue recibiendo a colombianos afectados por el conflicto”, 21 Jun 2018. Disponible en: https://www.elespectador.com/noticias/paz/venezuela-sigue-recibiendo-colombianos-afectados-por-el-conflicto-articulo-795729
3.-Telesur TV; “Cifras manipuladas de la migración venezolana y su uso político”, 1 sept 2018. Disponible en: https://www.telesurtv.net/news/cifras-migrantes-venezolanos-frontera-colombia-uso-politico-20180831-0039.html
4.- El Espectador; “El dilema de Roraima con la migración venezolana”, 29 Ago 2018 . Disponible en https://www.elespectador.com/noticias/el-mundo/el-dilema-de-roraima-con-la-migracion-venezolana-articulo-808985
6.-CEPAL; “Latin-America infant mortality rates estimated according to quinquennia, by countries”. Disponible en: https://www.cepal.org/Celade/publica/bol62/BD6206.html
7.- Centro de Economía Política Argentina (CEPA) e Instituto de Economía Popular (INDEP); “Crece la cantidad de pobres en la Argentina de Macri”, julio de 2016. Disponible en: https://www.taringa.net/+noticias/crece-la-cantidad-de-pobres-en-la-argentina-de-macri_hvmx6